Con tiempo para seguir observando, analizando y reflexionando, este primer post viene a remover (si cabe un poco más) la polémica sobre el uso de las nuevas tecnologías, acotando la cuestión a la gestión de las personas y de las organizaciones, ya que el tema daría para mucho más…
En esta época en la que tanto se habla de los millenians, los Zs, y los que vendrán, existe una tendencia a la superficialidad, que no se basa más que en el conocimiento del uso de la tecnología por parte de las nuevas generaciones, y de cierto cambio en el procesamiento de la información. Pero, ¿es el uso de la misma generadora de innovación, de desarrollo, de nuevas maneras de hacer…? Desde mi humilde punto de vista, NO. O al menos, no lo suficiente. De poco sirven las herramientas ya no sin un por qué, sino sin un para qué.
Seguimos anclados en un sistema caduco que se basa en producir sin pensar en objetivos que no sean la misma producción, como si nuestras manos se pegasen a nuestra cabeza evitando ver lo que existe a nuestro alrededor. El miedo al cambio, pero sobre todo el encasillamiento en las maneras de hacer constituyen un grave peligro para las organizaciones y para todas las personas que la componen, en un mundo tan cambiante y necesitado de estructuras agiles y dinámicas que sepan adecuarse a las necesidades de los clientes.
Prácticamente todas las organizaciones se han apuntado a la inmersión tecnológica, implementando sendos paquetes de gestión, o mediante herramientas fragmentadas que permitan la digitalización de las tareas, con tendencia a eliminar el papel excepto en lo estrictamente necesario. Pero, ¿Por qué? La respuesta es evidente. Porque si todas las organizaciones lo hacen, ¿será necesario hacerlo no? Probablemente sí, no voy a negarlo… Pero, ¿Cuál es el fin último? ¿Cambiar del papel al teclado? ¿De archivadores a carpetas compartidas?
Está claro que los ordenadores facilitan las tareas, desde la búsqueda de documentos, a las plantillas, al cruce de datos… Pero, ¿todo esto es nuevo? ¿Se trata de esto cuando hablamos de una revolución tecnológica tal que, o mayor, que la industrial? ¿De verdad estamos preparados para ella? O mejor ¿están nuestras organizaciones preparadas para ella?
El uso de la tecnología no es suficiente si no se tienen nuevas formas de hacer… y para ello, más importante que mirar por la ventana es mirar hacia dentro: analizar cómo se funciona internamente y como se podrían utilizar las nuevas herramientas para una gestión optima de las personas en las organizaciones. Ya no sólo para agilizar nuestras tareas, sino para aumentar la satisfacción e implicación de los empleados, la retención de los mejores, la mayor adecuación persona puesto, para que las personas crezcan y se desarrollen como única vía de crecimiento y desarrollo de la compañía, para gestionar los tiempos, minimizar el impacto de cualquier decisión o imprevisto en la organización…
Hace poco leía un artículo que venía a decir que sin supervisión, sin analizar los resultados, o discutir posibles mejoras, etc. siempre existirá una mayor tendencia a volver a hacer las cosas de la misma manera de siempre. Podemos realizar una inversión astronómica e implementar el mejor sistema de gestión del mundo y/o paralizar los puestos de trabajo para instalar nuevas herramientas de trabajo, pero sin un anterior y profundo análisis sobre el “para qué” de poco nos servirá.
Los profesionales de los RRHH tenemos una gran responsabilidad en este sentido, ya que nuestras decisiones inciden en el desarrollo, bienestar e implicación de las personas. Ya es hora que más allá de usar las herramientas como método de gestión, usemos todo el potencial que encierran para desarrollar el talento dentro de nuestras organizaciones. Dejemos de usarlas y entenderlas como medios agiles y distantes de llevar a cabo nuestras tareas, para ponerlas de verdad al servicio de todos.
El por qué como casi todo en la vida está claro, pero es en el para qué de los pequeños, medianos y grandes cambios donde debemos poner el foco. Y no solo en qué necesitamos ahora, sino qué necesitaremos en el futuro, ya que el ahora, ha dejado de ser ahora mientras lees esto.
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